El néctar de los lobos

Espacio de placer sensorial. Cuentos, poesía, fotografía, periodismo... empalmes creativos. Los llaman góticos, de terror, románticos, de amor, de nostalgia, de abandono, de venganza... de la vida misma. Tinta electrónica que, aun sin ser palpable, es transmisible... Un vouyerismo literario.

Te reto a amarle


¿Qué se siente tenerle junto a ti?
¿Cuántas poesías te inspiran sus gestos?
Cuéntame cómo es darle un beso.
¿Logras estremecer su cuerpo con tus latidos?

Mírame y dime cómo le logras una sonrisa.
Yo también sé hacerlo. Pero no por eso está conmigo.
¿Cuántas vueltas alcanzas a darle al mundo cuando te abraza?
¿O es que no te emociona cuando se empalman sus almas?

¡Qué ganas de ser otoño!
Para pudrir tu presencia y llevármela con el viento.
¡Qué deseos de ser un océano de oscuridad!
Para ahogarte en el fondo hasta que el mar quede quieto.

Te reto a amarle como nadie.
Te apuesto una aurora boreal a que no le regalas tu vida.
A que no podrías contemplarle durante veinte lunas seguidas.
Te apuesto a que no haces un verbo con su sonrisa.

¿Cuánto te juegas?
Exijo una satisfacción…

Y a mí que me faltan estrellas


Martirio voluntario mirar tus fotos.

Con esa tu sonrisa inamovible en piel de mate,
tan llena de aros lunares, digna de un infinito.

Y a mí que me faltan estrellas.


Sucio vicio contemplarte la cara.

Con esas retinas tan oscuras,
como meteoros que me rompen los argumentos.
Y yo que te miro con ojos áridos.


Estúpido empeño invertirte tiempo.

Colocar tu cuerpo al centro de mi estudio.

Esculpirte con papel y modelarte con tinta.

Y a mí que se me desbordan los versos que riman contigo.


Perversa fascinación repasar nuestra historia.

Insistir esas fotos y verte junto a alguien que no soy yo.

No es que te siga ofrendando los frutos de mis ramas.

Es sólo que te imagino y se me caen las hojas.


Pero es más siniestra tu actitud.

Mira qué cinismo el de tus gestos. Apariencia vil.

Que esa sonrisa que le regalas es la misma que sueles darme.

Así, sin pudor. Sin empacho… Sin mí.

Permíteme el universo


Hoy desperté con ganas de hacerte una poesía,
de lograrte una sonrisa capaz de regar mis bosques secos.

Hoy tuve ganas de usar tu rostro como papel
y ahí escribir mis versos con las plumas de mis dedos.


Tal vez fue porque sabía que hoy te miraría de cerca
que decidí darle sol a mis virtudes y hacer eclipse mis errores.

Será que hoy amanecí queriendo ser agua de rosas
y quería bautizar tu cuerpo con el fresco de mis colores.


Y hoy que te veo, las palabras se me suicidan.

Te miran y no saben cuál de todas es la que necesito sacar.

Se miran entre ellas y prefieren dispararse en la sien.

Primero muertas que salir de la comodidad de mis pensares.


Hoy quiero ver si puedes permitirme el universo.

No tienes que hacer nada: sólo sonríe.

Tu risa es el idioma con el que le hablo a las estrellas.

No me niegues el cielo. Sólo vuelca ese par de planetas que sale de tus ojos.

Te dejo ir


Te dejo ir porque me pudres el capullo,
ese vientre de estambre del cual quiero renacer.
Por mirar con tus ojos, tejí a tientas sin tiempo al arrullo.
Y hoy quiero volar tan fuerte como para al viento adormecer.

Te dejo ir porque me secas la playa,
ese tazón de mar que hoy me quiero tomar.
Por probar con tus labios, su agua me sabía a lluvia pasada.
Pero hoy quiero beber tus buenos momentos y escupir tu sal.

Te dejo ir porque me descoses las hebras la piel,
ese sobretodo con el que me quiero vestir.
Por tocar con tus manos, olvidé que la savia puede envejecer.
Y hoy ya no. Hoy voy a permitir a mis sentidos convivir.

Y así establezco mis intenciones de volver a amanecer.
Cuando nací siendo día y me envejecí hasta ser anochecer.
Y aunque esta promesa pareciera llenarse y sentarme bien.
Mi poesía seguirá escribiéndose sobre tu papel de piel.