El néctar de los lobos

Espacio de placer sensorial. Cuentos, poesía, fotografía, periodismo... empalmes creativos. Los llaman góticos, de terror, románticos, de amor, de nostalgia, de abandono, de venganza... de la vida misma. Tinta electrónica que, aun sin ser palpable, es transmisible... Un vouyerismo literario.

Quién fuera la vida para sucederte

Quién fuera la vida para sucederte.
Quién fuera tu ángel para llevarte de la mano.
Quién fuera la miel para endulzarte la boca.

Quién fuera la belleza para ser contemplada por tus ojos.
Quién fuera el secreto para ser guardado en tus labios.

Quién fuera el sudor para resbalar por tu piel.
Quién fuera la embriaguez para entrar por tu boca.
Quién fuera la locura para beberte los pensamientos.
Quién fuera la ilusión para brillarte la mirada.

Quién fuera la muerte para cerrarte los ojos con un beso.

Quién fuera el miedo para hacerte temblar de un susurro.
Quién fuera el dolor para lastimarte donde es preciso.
Quién fuera la desgracia para tomártela en serio.
Quién fuera la rabia para cegarte los ojos.

Quién fuera la melancolía para ennegrecerte.
Quién fuera daga para penetrar profundo tu piel.
Quién fuera el aire para lamerte la sangre.
Quién fuera el infierno para poseerte y comenzarte otra vez.

Quién fuera la vida para volver a sucederte.

Quién fuera el corazón para llevarte por siempre en el pecho.
Quién fuera la calma para arroparte en un abrazo.
Quién fuera la risa para sacudirte por dentro.
Quién fuera la ternura para emocionarte con lo pequeño.

Quién fuera la inspiración para nacer de ti.
Poner un verso en las cejas y un soneto en la sonrisa.
Quién fuera mi poesía para que algún día leas estas líneas.

A veces tus manos


¿Qué sientes al dominar el universo?
Amanecer y con ello ordenar la salida inmediata del sol.
Dormir y determinar el palpitar de las estrellas.
Cerrar los ojos y dejar instrucciones de cómo menguar la luna.

¿Qué haces con tanto poder?
Pestañear y así elegir el rumbo de los vientos.
Observar y germinar los campos.
Sonreír y hacer girar el mundo.

Las mariposas vuelan de tus ojos y se posan en tus cejas.
Pero sus alas amarillas brillan menos cuando te vuelves fango.
Ahí es cuando tus cielos comienzan a lloverme.
Entonces bofeteas a la primavera y exiges la presencia del invierno.

Y justo ahí es cuando comienzo a nevar.

¿Cuán perversa puede ser tu voluntad?
¿Qué tan negros son tus deseos?
Cortarme las venas con el filo del amanecer.
Exponerme al aire hasta secarme y volverme de papel.
Llevarme a ese sitio donde a veces tus manos me sirven de pincel.

En algún sitio donde no te amo



En algún sitio donde no te amo me crece la rabia.

En algún sitio donde no te amo te me pudres de a poco.
Intento dulcificar el sentimiento, pero el odio lo sigue agriando.

En algún sitio donde no te amo los muros se estiran.
Trato de tomar el martillo y romper los pedazos.
Pero caigo en la cuenta y recuerdo que te obsequié mis manos.

En algún sitio donde no te amo tu luz es oscura.
Tanto, que lejos de alumbrar hace más negras mis tinieblas.
Y me vuelvo daga cuando aún así quieres acercarte.
Y te culpo por ilusionar a mis pupilas.

En algún sitio donde no te amo las estrellas no me miran.
Trato de llamar su atención y les quiero escribir una canción.
Pero caigo en la cuenta y recuerdo que también te di mi inspiración.

En algún sitio donde no te amo tus ojos son de ceniza.
Y el rostro se me vuelve de carbón por querer volver a verte.

En algún sitio donde no te amo… simplemente no te amo.

Tomaré la noche


Hoy la luna y los planetas me sirven de caballete.
Combinaré la tinta de las estrellas y pintaré tu nombre.
Así el mundo te verá como yo te veo.
Tomaré la noche y la convertiré en locura.

Junta las manos ahora,
que tomé prestado un poco de mar.
Déjame depositarlo en tu cántaro de piel.
Quiero beberlo y seguir teniendo sed.

Dame un centímetro de tu cabello y me tejeré las alas.
Regálame una mirada y hago a las piedras florecer.
Acaricia mi mano y a cada muerto arrancaré las balas.
Préstame una sonrisa y te compro el amanecer.

Estás a tiempo de desandar mis veredas.
De romper mis ojos y humillarme la fe.
Toma mis sueños y enséñales el tiempo real.
Despierta mis lágrimas y enséñalas a salir por felicidad.

Por eso no te miro

Haces breve el recorrido hacia mis cometas.
Tomas mi cuerpo y vuelves agua sus cadenas.
Pones viento en los complejos de mi cabeza.

Y aún así te extrañas de que no te miro.

Le pido a Dios un milagro prestado para poder mirarte.
Entonces te contemplo y mi alma abre un hueco.
Me sorprendo a mí mismo desbordando mis anhelos.

Es por eso que no te miro.

Temo romperte si te miro demasiado.
Temo quebrarme si te permito mirarme.
Quién tuviera tu grandeza.
Tú en el cielo liberando parvadas de latidos.

Entonces buscas mi mirada.
Caes en el pecado de hacerme sonreír.
Entonces mi alma escala los peldaños.
Sube tan alto que pierde el frío por cobijarse entre las nubes.

Por eso no te miro.

Por eso me invento galaxias y las ofrendo a la nada.
Por eso grabo mi nombre junto al de alguien llamado nadie.
Por eso paseo por el jardín de mis poemas y me arranco ramos de versos.
Por eso tomo mis latidos y los revuelvo con mi propia sangre.

Mira cómo se rompen tus mejillas


Mira cómo se rompen tus mejillas cuando te hago sonreír.

Es increíble que regale la vida por volverlo a lograr.

Y es más increíble que ahora seas tú quien quiera mirar mi sonrisa.

Sabes bien que no te cuesta nada. Sólo déjate contemplar.


Mira cómo se me inventan los ojos cuando te miro.

Admirar la ligereza de tu piel y los campos cortados de tu barbilla.

¡Las historias que yo contaría sobre tu cabello!

¡La sismología que yo provocaría sobre tu cuerpo!


Mira cómo me crece el alma cuando estoy contigo.

Es como una enredadera que se aprisiona a tus piernas
y sigue hasta anudarse a tu pecho...
Pero va por más e intenta colarse a tu pensamiento.

Avísame si lo consigo.


Ahora mira cómo se me pudren los párpados cuando te miro partir.

Mira cómo la soledad se burla de mí. Sale de su escondite.

Mírala cómo se acerca: da tres pasos por cada dos que tú te alejas.


Mira cómo la ausencia me arrastra hasta su casa…

Mira cómo me obliga a entrar…

Mira cómo sonríe y cierra la puerta.

Bosquejo de un suspiro

Hoy amanecí sintiéndome un soneto.

Así que aproveché mi condición y te volví pretexto.

Qué acompañada camina mi tristeza.

Sus pies son tan duros que graban cada huella.


Por eso hoy tomaré tu piel y la volveré verso.

En una de esas, eres esa alma que me prometieron en sueños.

Hoy desempolvé un abrigo y en la bolsa encontré un latido.

Era un fragmento vulnerable que aún preguntaba su destino.


Pero hoy el temblor de lo nuevo sacudió mi cabeza.

Hizo rodar una vasija llena que se reventó desde la base.

Luego de limpiar el líquido caí en la cuenta.

Olvidé que ahí había escondido mi propia sangre.


Y hoy no sé por qué, pero verte me provocó algo.

Una respiración que nació desde mí y saltó hasta dar un giro.

Creo que ya lo había sentido y me pareció un recuerdo vago.

¡Qué increíble! Había olvidado que eso se llamaba suspiro.


Comienza a salir el sol.

No sé si estoy listo para vivir sin frío…

La importancia de añorarte

Yo te añoro para sentirme vivo.
Yo te añoro para inventarme.
Yo te añoro para lastimarme.
Yo te añoro para no olvidarte.

Por eso te añoro cada que la ansiedad me lo permite.
Porque te añoro y me recomienza la vida.
Porque te miro en fotos y sólo añorarte se me ocurre.
Por eso te añoro cada que tus recuerdos me acuchillan.

Te añoro y siento que no te añoro lo suficiente.
Y aún así me canso de añorarte.
Te presto el tiempo bendito que gasto en añorarte.
Es prestado, no lo olvides. Es que quiero seguir añorándote.

Y es que añoro tu belleza, añoro tu sonrisa.
Añoro esas tardes en que con verte me volvía brisa.
Añoro un momento que tal vez nunca llegue y vive en mi cabeza.
Añoro que te conviertas en tiempo y vuelvas piedra mi tristeza.

Es por eso que te añoro. Por sentirme parte de un romance.
Como el que en la noche muere y por la mañana renace.
Y te añoro sin que tú me añores. No intentes imitarme.
Sólo recuérdalo siempre: Yo viviré para añorarte.

Volver a inventarte


Me propongo una utopía, la número cuarenta:

Quiero volver a inventarte.

Así que esta vez ya no serás tormenta
ni podrás degollarme con tus espadas de truenos.


Temo avisarte que, en esta nueva dinámica,
tampoco necesitarás tu flecha con arco.

Ahora mi alma ya no será usada como diana
ni podrás apuntarme como blanco.


Tal vez te incomode, pero en esta nueva distracción
ya no usaremos la crueldad ni como estrategia de juego.

Son las condiciones de esta nueva trasmutación.

¿Aún así te gustaría jugar?


Si no te parece, puedo hacer algunos cambios.

Quizá te permita que me muerdan tus palabras.

Conozco bien el camino para llegar a los infiernos.

Luego te confirmo. Déjame depurar bien el juego.


Pero ahora que volveré a inventarte,

Se me ocurre que podrías ser una luna y yo un meteoro.

Hasta te conviene. Así, tu rostro seguirá lleno de luz.

Pero ahora seré yo quien te golpee donde más te adoro.

¿Te gusta tu nueva forma?

Es mejor que la de homicida de latidos, ¿no crees?

Y por enésima vez, con la nueva forma que te he dado,

volveré a creer en la vida que tanto me ha abofeteado.

Te reto a amarle


¿Qué se siente tenerle junto a ti?
¿Cuántas poesías te inspiran sus gestos?
Cuéntame cómo es darle un beso.
¿Logras estremecer su cuerpo con tus latidos?

Mírame y dime cómo le logras una sonrisa.
Yo también sé hacerlo. Pero no por eso está conmigo.
¿Cuántas vueltas alcanzas a darle al mundo cuando te abraza?
¿O es que no te emociona cuando se empalman sus almas?

¡Qué ganas de ser otoño!
Para pudrir tu presencia y llevármela con el viento.
¡Qué deseos de ser un océano de oscuridad!
Para ahogarte en el fondo hasta que el mar quede quieto.

Te reto a amarle como nadie.
Te apuesto una aurora boreal a que no le regalas tu vida.
A que no podrías contemplarle durante veinte lunas seguidas.
Te apuesto a que no haces un verbo con su sonrisa.

¿Cuánto te juegas?
Exijo una satisfacción…

Y a mí que me faltan estrellas


Martirio voluntario mirar tus fotos.

Con esa tu sonrisa inamovible en piel de mate,
tan llena de aros lunares, digna de un infinito.

Y a mí que me faltan estrellas.


Sucio vicio contemplarte la cara.

Con esas retinas tan oscuras,
como meteoros que me rompen los argumentos.
Y yo que te miro con ojos áridos.


Estúpido empeño invertirte tiempo.

Colocar tu cuerpo al centro de mi estudio.

Esculpirte con papel y modelarte con tinta.

Y a mí que se me desbordan los versos que riman contigo.


Perversa fascinación repasar nuestra historia.

Insistir esas fotos y verte junto a alguien que no soy yo.

No es que te siga ofrendando los frutos de mis ramas.

Es sólo que te imagino y se me caen las hojas.


Pero es más siniestra tu actitud.

Mira qué cinismo el de tus gestos. Apariencia vil.

Que esa sonrisa que le regalas es la misma que sueles darme.

Así, sin pudor. Sin empacho… Sin mí.

Permíteme el universo


Hoy desperté con ganas de hacerte una poesía,
de lograrte una sonrisa capaz de regar mis bosques secos.

Hoy tuve ganas de usar tu rostro como papel
y ahí escribir mis versos con las plumas de mis dedos.


Tal vez fue porque sabía que hoy te miraría de cerca
que decidí darle sol a mis virtudes y hacer eclipse mis errores.

Será que hoy amanecí queriendo ser agua de rosas
y quería bautizar tu cuerpo con el fresco de mis colores.


Y hoy que te veo, las palabras se me suicidan.

Te miran y no saben cuál de todas es la que necesito sacar.

Se miran entre ellas y prefieren dispararse en la sien.

Primero muertas que salir de la comodidad de mis pensares.


Hoy quiero ver si puedes permitirme el universo.

No tienes que hacer nada: sólo sonríe.

Tu risa es el idioma con el que le hablo a las estrellas.

No me niegues el cielo. Sólo vuelca ese par de planetas que sale de tus ojos.

Te dejo ir


Te dejo ir porque me pudres el capullo,
ese vientre de estambre del cual quiero renacer.
Por mirar con tus ojos, tejí a tientas sin tiempo al arrullo.
Y hoy quiero volar tan fuerte como para al viento adormecer.

Te dejo ir porque me secas la playa,
ese tazón de mar que hoy me quiero tomar.
Por probar con tus labios, su agua me sabía a lluvia pasada.
Pero hoy quiero beber tus buenos momentos y escupir tu sal.

Te dejo ir porque me descoses las hebras la piel,
ese sobretodo con el que me quiero vestir.
Por tocar con tus manos, olvidé que la savia puede envejecer.
Y hoy ya no. Hoy voy a permitir a mis sentidos convivir.

Y así establezco mis intenciones de volver a amanecer.
Cuando nací siendo día y me envejecí hasta ser anochecer.
Y aunque esta promesa pareciera llenarse y sentarme bien.
Mi poesía seguirá escribiéndose sobre tu papel de piel.